El Informe de 2020 sobre libertad religiosa e igualdad de género, aunque condena la violencia y discriminación contra mujeres, niñas y personas LGBT+ en nombre de la religión, no aborda con suficiente profundidad cómo ambas libertades pueden coexistir. En un informe previo de 2013, el Relator Especial de la ONU señalaba que la libertad religiosa y la igualdad de género a menudo parecen estar en conflicto, aunque las posibles sinergias entre ellas siguen sin explorarse adecuadamente. Las sociedades democráticas requieren un equilibrio entre la neutralidad estatal y el pluralismo religioso, garantizando el respeto hacia las diversas creencias sin favorecer ninguna en particular. La autonomía religiosa permite a las comunidades gestionar su fe, doctrina y estructura interna sin interferencias externas, y el Estado debe garantizar que la libertad de religión no se vea comprometida por leyes que favorezcan un sistema único de creencias. 

Sin embargo, el informe de 2020 presenta limitaciones al proponer restricciones a la autonomía religiosa en nombre de la igualdad de género. Estas restricciones deben estar legalmente fundamentadas y no exceder los límites establecidos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Además, el informe parece cuestionar la protección de los derechos religiosos frente a la igualdad, lo que podría contradecir el principio de autonomía de las creencias religiosas.  ​​

Parece que modelos de IA generativa, como ChatGPT y Midjourney, amplifican los sesgos sociales, es decir, visiones discriminatorias de las personas, debido, por una parte, a que los datos que utiliza no son representativos y, por otra, a la influencia de programadores y usuarios que son sobre todo hombres blancos de zonas desarrolladas.

Un ejemplo: la tecnología de reconocimiento facial es menos precisa con mujeres negras (65%) que con hombres blancos (99-100%) un problema que además se ahonda en el ámbito periodístico, pues solo el 18% de los redactores tecnológicos en EE.UU. y el 23% en Reino Unido son mujeres, y la mayoría, blancas. 

​Para mitigar estos sesgos, se necesitan conjuntos de datos más inclusivos y mayor transparencia en la industria de la IA, aunque la falta de acceso a esos datos dificulta las auditorías algorítmicas. A pesar de este claro sesgo homogeneizador en la IA, que excluye a mujeres, minorías raciales o culturas del Sur global, tal vez la irrupción de DeepSeek en código abierto pueda paliar en parte la situación, conocida como “excodificación” de personas, en término acuñado en 2023 por Joy Buolamwini, fundadora de la Liga de la Justicia algorítmica. La pregunta provocadora y de futuro es: ¿es posible una IA sin sesgos?